VALDELACASA-SALAMANCA

Alberto Ibañez, feliz peregrino de paso por Valdelacasa

 19/01/2008 15:33 Autor: Alberto Ibañez 

 

Día 7 - Baños de Montemayor – Fuenterroble de Salvatierra

    Cogimos por una carreterita secundaria con muy poco tráfico. A mitad de camino a Valdelacasa estuve tentado de pasar de ellos, las ganas de charla me saturaba y a su ritmo era incapaz de concentrarme en el entorno, todos mis esfuerzos iban a mantener el ritmo. Esto no me agradaba. Fueron apenas cuatro kilómetros pero que apenas disfruté. Así las cosas llegados al pueblo les dije que me paraba a comer. Ellos dijeron que preferían continuar, que nos veríamos en el albergue. Esta es una de las ventajas del camino cuando se va solo, que puedes decidir tu ritmo y paradas sin ningún tipo de compromiso.
   Era la una y media y se veía el pueblo sin gente. Sabía que había un centro de mayores con bar. Vi a una señora a través de una ventana y sin encomendarme a nadie toqué con los nudillos para llamar su atención.

 

-Buenas tardes, perdone si la molesto.

-Buenas tardes, no te preocupes. – Me dijo con una sonrisa sobre una cara llena de arrugas que identificaban a una persona curtida por el sol.

-No he visto a nadie y al verla no lo he dudado. Estoy un poco perdido y no se encontrar el bar. ¿Podría indicarme por donde debo ir?

-Espera un poco que te acompaño, ahora iba a ir para allá.- me dijo con gran afabilidad.

   Era una casa de gruesos muros pintados de blanco y con los cercos de las ventanas y las puertas en azul añil. Se abrió el portalón y salió la señora con un bastón y un mandil puesto.

-No se tiene que molestar, me basta con que me diga como ir.- Le dijo con cierto remordimiento por haberla sacado de su casa.

-No te preocupes, así puedo apoyarme en ti. ¿Vienes de Sevilla?

-No, sólo desde Mérida.

-Ya es bastante, con el calor que ha hecho estos últimos días.

-Si, es duro pero vale la pena. Extremadura es una preciosidad.

-¡Qué me vas a decir a mi! De joven iba a segar a principio de junio y según iba pasando el verano me subía hasta el norte de Zamora. ¡Cuánto calor he pasado en mi vida! 

-Vida dura y sacrificada.

-Si hijo, muy dura y mal pagada, pero teníamos que hacerlo para sacar para el invierno. Aunque también teníamos momentos felices.- Se iba apoyando en el bastón pero sus ojillos brillaban con añoranza del pasado.- Marchábamos la cuadrilla con una mula y dormíamos muchas veces al lado de las fincas, para nada más amanecer emprender la faena. Los patronos nos proporcionaban la comida. La mayoría de las veces arenques, tocino y maíz de almorta. ¡Eran otros tiempos!

- ¿Parece que los hecha de menos?

-Ahora se vive mejor, donde se va parar. Pero tenía juventud y muchas ganas de vivir. Buenas fiestas nos montábamos a la vuelta al pueblo.

   Tenía ganas de hablar la señora y a mi no me molestaba su conversación.

- Recuerdo que en una de ellas conocí a mi marido, que Dios le tenga en su gloria. Era de Valderroble y vino al baile de septiembre, después de la cosecha. Nos enamoramos y en dos años ya estábamos casados y esperando a Manoli. Todo eran escaseces y necesidades pero teníamos ganas de vivir, que ahora ya me empiezan a faltar.

   La añoranza se convirtió en un reflejo furtivo de pena y tristeza. Iba despacio y renqueante.

- ¿Vas para Santiago?- me preguntó.

-Está vez no, pienso llegar a Oviedo.

-Eso está muy lejos para ir andando. ¿Seguro que lo haces por alguna promesa?

-La verdad es que lo hago para conocer sitios, lugares y personas como usted.

-¡Va! Si yo no tengo ningún misterio. Sólo una vida de trabajo y sufrimiento, pero eso no tiene ningún atractivo.

- Se equivoca, usted tiene mucho interés pues almacena el conocimiento de la experiencia. Es muy difícil en las ciudades pararse a escuchar la voz de la gente mayor. No sólo los estudios y el dinero dan el conocimiento de la vida. Usted tiene mucho conocimiento y, para mi, es sabia.

- Vida si que tengo mucha, he visto demasiadas cosas, buenas y malas.

   Sin querer llegamos a un local y nada más entrar una muchacha se dirigió a ella diciendo:

- María, que bien acompañada la veo.

- Te traigo a este mozo que quiere comer.

- Eso está hecho, ya sabes que aquí nadie se va con hambre.

   Me hizo subir a la planta alta donde había un comedor con la televisión bastante alta y la cocina al lado. Me hizo sentarme en una mesa frente al televisor en un salón sin gente. Comí tranquilamente una ensalada y unas patatas con bacalao. Durante todo el tiempo estuve sólo sin más compañía que las noticias. Después baje al bar a tomar mi dosis diaria de cafeína. Ya María había marchado y charlé con la muchacha.

Agradable señora María.

- Sí que es buena y con una vida muy dura. Ahora está sola, su marido y su hija se mataron hace años en un accidente. Siempre está haciendo favores y todos la estimamos en el pueblo, la queremos como a nuestra abuela. En su casa siempre hay alguna vecina ayudándola. Se hace querer.

   Después de pagar, menos de lo que esperaba, cargué de nuevo la mochila y reemprendí el camino por una carreterita rodeada de árboles, muy agradable de disfrutar. No tenía prisa, apenas quedaban ocho kilómetros. El tiempo estaba nublado pero no amenazaba agua, de momento.

   Volví a sentirme a gusto caminando en soledad, podía pensar en el encuentro con María. El entorno me ayudaba con un paisaje ondulante y fácil de llevar. Observaba las hierbas y las flores que me saludaban a mi paso. De lejos se ve el pueblo de Fuenterroble de Salvatierra y me aproximé a él sin ganas de llegar"""""".......

 

 
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